Buscando libertad


LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD

Portada del libro.
La frase es extraída del libro 1984, de George Orwell, publicado en el año 49. Orwell, imaginaba en sus textos una sociedad hipercontrolada, restringida, asfixiante. En su novela, el autor inglés (aunque nacido en una colonia británica de la India) planteaba un mundo totalmente controlado por un partido político dominante, donde la gente que pertenece a esa facción es vigilada en cada instante a través de pantallas. El partido contaba con dos lemas principales, además del mencionado arriba: LA GUERRA ES LA PAZ, y LA IGNORANCIA ES LA FUERZA.

Por medio de estas tres máximas, el partido ejerce su poder y aletarga su dominio. A través de distintos mecanismos de poder, el partido maneja todos los hilos de la sociedad: que se habla, que se piensa, que se come, como se habla (crea la neolengua, donde las palabras que no son necesarias son extraídas y prohibidas). El partido maneja el pasado a su antojo, borrando y reescribiendo los sucesos anteriores para controlar así el presente y proyectar el futuro.


"Gran Hermano te está vigilando"
Aquellos que no pertenecen al partido, viven excluidos y son tratados con el mismo nivel que un animal. En este contexto, un hombre comienza a pensar en el pasado, a cuestionarse las cosas del partido y las órdenes de su líder: el Gran Hermano, que todo lo vigila y lo controla. El personaje principal, Winston Smith, comenzará a vivir en una especie de persecución propia, escapando a los suburbios para poder sentirse libre y recordar viejos momentos, emociones y sentimientos olvidados.


El libro, que lleva un mensaje crítico hacia los gobiernos totalitarios y como las sociedades responden ciegamente a las indicaciones de los partidos dominantes, expresa un ideal que puede encontrar cierta regularidad a lo largo de la historia. En diversos momentos, la gente ha buscado los medios para obtener el control de las masas, adueñarse de ellas, y lograr la funcionalidad de las mismas. Y hoy, salvando todas las diferencias con el contexto global en el que escribía Orwell, también pueden encontrarse ejemplos.


La sociedad capitalista genera en cierta forma una dependencia de consumo, de sacrificio, de ser parte de un sistema que crece y destruye todo a su paso. Una rueda mecánica de la cual no te podés quedar afuera. Una sociedad alienada con el sistema, que teme la destrucción de sus instituciones y su vida regular y monótona, y se reconforta con la seguridad monetaria y la estabilidad de las cosas. En ese sentido, la pretendida LIBERTAD, no es más que una ESCLAVITUD encubierta, para ser funcionales a un sistema que te exprime y te escupe. Y allí es donde el concepto de Orwell se repite.


La Renga.
Y que mejor manera de romper esas cadenas, que HABLANDO DE LA LIBERTAD. Una canción renguera que ya es himno nacional. Clásico de cada cierre de recital, como un mensaje final, como una moraleja de ese viaje místico que es cada show de La Renga. Pregonando un mensaje de búsqueda personal, en cada uno y sus sentimientos, buscando una verdad en su corazón. Sin importar el tamaño, sin importar el valor que puede transmitir “algo tan grande como el cielo y las montañas”, o algo “tan pequeño como una gota de rocío”. Porque al fin y al cabo, no es más que la búsqueda de esa LIBERTAD. De dejarlo todo y saltar al abismo, sin importar las consecuencias. Y de llegar al final del camino, con la convicción de “morir queriendo ser libre”, poniendo alas cada uno a su destino, después de romper los dientes de este engranaje.


Para pensar cada uno en sí mismo, escuchando atentamente y repasando una letra que ya no es de La Renga, sino de todo aquel que la quiera hacer propia.





HABLANDO DE LA LIBERTAD

Hice a mi cuerpo amigo del cielo y la distancia,
y me fui a buscarle una verdad a mi corazón.
Algo tan grande como el cielo y las montañas,
y tan pequeño como una gota de rocío.
Y ya no estuvo más conmigo mi corazón,
se fue a posar en cada una de las cosas;
y ya no estuvo más conmigo mi corazón,
se fue a fundir con la esencia y la sabia.

Y ahora solo un camino he de caminar,
cualquier camino que tenga corazón.
Atravesando todo su largo sin aliento,
dejando atrás mil razones en el tiempo.
Y morir queriendo ser libre, encontrar mi lado salvaje,
ponerle alas a mi destino,
romper los dientes de este engranaje.

Hice un lugar en el refugio de mis sueños
y guarde ahí mi tesoro más preciado.
Donde no llega el hombre con sus jaulas
ni la maquinaria de la supervivencia.
Me fue más fácil intentar la vida
que venderla al intelecto y la conformidad.

Y ahora solo un camino he de caminar,
cualquier camino que tenga corazón.
Atravesando todo su largo sin aliento
dejando atrás mil razones en el tiempo.
Y morir queriendo ser libre, encontrar mi lado salvaje,
ponerle alas a mi destino,
romper los dientes de este engranaje.

La odisea de conseguir un disco de La Renga


“De paso por Buenos Aires, quise comprar un disco de La Renga. Creo q es más fácil comprar el billete ganador de la lotería...”


Navegando por Facebook y nuestra página BAILANDO EN UNA PATA me llamó poderosamente la atención este comentario de un usuario colombiano. La difícil tarea de conseguir un disco de La Renga es algo que no perciben aquellos que viven en las grandes ciudades, o que ya poseen los CD’s desde el momento de su lanzamiento. Pero es una realidad para aquellos que vienen de afuera, del interior del país, o para los nuevos fanáticos de la banda.


Las ventas de discos bajan considerablemente cada año.
La industria discográfica está en franco descenso. La imposición de Internet como medio de consumo musical, y el fácil acceso que la red propone para la descarga ilegal de discos, han puesto a las que fueron por muchos años las dueñas de la música en jaque. Incluso algunas empresas han comenzado a lograr acuerdos con las bandas para la distribución gratuita o a bajo costo de la música.


Pero las grandes redes de piratería se han vuelto prácticamente incontrolables, ya que no solo la efectúan algunas organizaciones ilegales, sino también muchos particulares. Además de Internet, pueden conseguirse los CD’s y DVD’s en puestos callejeros o clandestinos, algo común en países como la Argentina.


Sumada a esta nueva realidad que viven las industrias discográficas y las casas de comercialización de discos, La Renga ha tenido siempre una relación muy particular con estas empresas. Luego de la ruptura con Polygram, con la que editó Bailando en una pata (1995), Despedazado por mil partes (1996) y La Renga (1998); y con Universal, con la que publicó La esquina del infinito (2000) e Insoportablemente vivo (2001), la banda de Mataderos creo su propio sello.


Esquivando charcos (1991), un disco casi imposible de conseguir.
A causa de esto, las mencionadas empresas discográficas dejaron de emitir copias de esos discos, cosa que tampoco hizo el grupo con La Renga Discos. Los únicos discos que pueden conseguirse con algo de insistencia (y suerte) son los que salieron en su etapa independiente: Detonador de sueños (2003), Truenotierra (2006) y Algún rayo (2010).


Con respecto a su último álbum, existe otro inconveniente. La banda tuvo una particular e ingeniosa idea para su lanzamiento. El disco fue anexado a las entradas para los recitales de la gira presentación, que comenzó en diciembre de 2010, y tras un parate por la muerte de Miguel Ramírez, continúa su marcha. De modo que la única forma de acceder a él, es adquiriendo una entrada para cualquiera de las presentaciones de la banda. Una buena iniciativa para los fanáticos que seguro presenciarán algún show, pero no una buena idea para aquellos que solo quieren escuchar el disco o no tienen la posibilidad de concurrir a algún recital.

Festival de la Huella Invisible, Córdoba - 24/01/2009


Entrada al festival, al mejor estilo Woodstock.

“En un rincón de las sierras, donde arden las estrellas”…empieza uno de los temas íconos de La Renga, Veneno. Una frase que se adecua exactamente para la ocasión, no solo por el lugar, sino por la ocasión especial.

En el año 2009, la banda de Mataderos cumplió 20 años y se queso dar el gusto de celebrarlo a lo grande. El lugar elegido fue el Aeródromo de Santa María de Punilla, una pequeña localidad cordobesa ubicada a 45 kilómetros de la capital provincial. La fecha, el 24 de enero. Y como no es un grupo que le guste formar parte de festivales, decidió hacer el suyo propio: el Festival de la Huella Invisible. Sin sponsors, sin marcas y sin ningún tipo de fin comercial. Solo cedió parte de la organización y la logística a la productora local de rock Nueva Tribu.

Con una escenografía natural imponente, el festival convocó poco más de veinte mil personas, según cifras oficiales, aunque algunos medios aseguraban la presencia de treinta y cinco mil personas. Desde las primeras horas de la mañana, el pequeño pueblo se vio invadido por la llegada masiva del público renguero, que alentado por la estación de verano y las lindas temperaturas, no desaprovechó el río que atraviesa el pueblo y pudo refrescarse en las horas en que el calor comenzó a golpear.

Acompañando a la escenografía natural rodeada de montañas verdes, el grupo no quiso ser menos e instaló tres escenarios (uno al lado del otro) con un central de mayor tamaño en medio. Poco más de las seis de la tarde, Lovorne, el grupo de Luciano Napolitano, abrió el festival, todavía al rayo del sol. Después llegó el turno de Edelmiro Molinari, ex integrante de Color Humano, una de las bandas favoritas del Chizzo, quien comenzó su repertorio con un tema de Pappo, A dónde está la libertad, y que contó con la presencia del ex Divididos, Jorge Araujo.


Los tres escenarios montados entre las montañas.


Con una sincronización asombrosa, los cambios de escenario le daban al festival un vértigo adecuado. Continuó el grupo Mad con una cuota de rock pesado y algunas versiones de AC/DC, más tarde Koma, la banda española, y más tarde los Violadores ofrecieron un repertorio que incluyó los conocidos Represión y Violadores de la ley, con una versión de Clandestino, de Manu Chao.

Chizzo bajo las luces.
Continuando con la variedad de bandas, luego llegó el turno de Los Gardelitos, que la gente acompañó con un “"Korneta no se murió, Korneta no se murió, está tocando con Pappo, la puta madre que lo parió", en referencia al fallecido vocalista de la banda. Después le tocó el turno a otra banda extranjera, aunque cada vez más argenta: El Tri de México. Con el particular carisma de Alex Lora, su cantante y guitarrista, la gente se encendió al oír la versión original de Triste canción de amor, tema reversionado por La Renga en el disco A donde me lleva la vida (1994). Además, el grupo presentó un blues llamado Víctimas inocentes de Cromañón, haciendo referencia a la tragedia del 30 de diciembre de 2004.

Después de una larga espera, llegó el turno del show central. Chizzo, Tete, Tanque y Manu Varela, subieron al escenario y demostraron porque en 20 años se convirtieron en un ícono del rock nacional y en la banda más convocante del país. "Si la montaña no viene a nosotros, nosotros venimos para acá", fue la frase del Chizzo en medio del recital. Con un show cargado de emoción y de potencia, La Renga dejó el escenario después de poco más de dos horas de power rock.

Los mismos de siempre, presentes en el aniversario.
Antes de bajar, el frontman anunció que la noche sería larga, para que nadie se moviera del predio. Viticus fue el grupo encargado de bajar los decibeles, donde un rato después se sumó el Chizzo, sólo como cantante, y con un vaso de fernet en la mano. A las tres y media de la mañana comenzó un extenso homenaje a Pappo en forma de zapada, y allí subieron el hijo del Carpo, Luciano Napolitano, algunos integrantes de El Tri, Locura Dilelio, guitarrista de los comienzos de La Renga, y algunos amigos más.

La zapada pintaba interminable, pero una repentina tormenta puso fin al raid rocanrolero de casi diez horas. De todas formas, la banda y sus seguidores, se dieron el gusto. Llegaron donde quizás nunca imaginaron que llegarían y lo quisieron festejar a lo grande: rodeados de amigos y acompañados por los mismos de siempre.

Con color y calor celeste

El Velódromo Municipal de Montevideo.
Después de cuatro años, La Renga volvió a cruzar el charco para tocar en Uruguay. El Velódromo Municipal de Montevideo fue el lugar elegido para que el pasado 12 de noviembre, la banda argentina se presentara en el país vecino tras una larga ausencia.

El recital se hizo desear. Confirmada la salida del disco Algún rayo a fines de 2010, se fijó como fecha de visita el 12 de mayo de 2011. Pero 15 días antes, durante el recital de La Plata, tuvo lugar el incidente de la bengala que impactó en el cuello de Miguel Ramírez, quien perdió la vida unos días después. Esto provocó la suspensión de la gira de presentación por tiempo indefinido, y la emoción de los fanáticos que ya tenían su entrada para el recital de Uruguay, debió esperar hasta nuevo aviso.

Con la vuelta a los escenarios después de cuatro meses, la fecha pautada para Montevideo quedó fijada para el 12 de noviembre. La expectativa en el país charrúa podía verse desde varias semanas antes a través de páginas y foros de internet, esperando ansiosos por la vuelta de Chizzo, Teté y Tanque.

A eso se sumaban los miles de seguidores que cruzarían en Río Uruguay desde los distintos puntos del país. O los que por barco, desde Buenos Aires saltarían, se tirarían al agua para cruzar el Río de la Plata. Desde la noche del viernes, camino al cruce de Gualeguaychú hacia Fray Bentos podían verse autos, combis y colectivos rengueros. Remeras gastadas de tanto recital, banderas embarradas y deshilachadas y gente reunida alrededor de una jarra se veían en cada parador o estación de servicio rutera.

Al llegar a Montevideo, la zona del Parque Batlle parecía un guetto rockero. El terreno donde está situado el Velódromo Municipal está ubicado en el centro de la ciudad, compartiendo espacio con el famoso Estadio Centenario, donde la selección de fútbol uruguaya juega de local. Gente ocupando cada rincón del predio, tirado bajo el sol, o buscando algún árbol que de sombra. Esperando, ansiosa, el paso del tiempo, caprichoso parámetro para medir la alegría de ver a La Renga.


Teté sentado en el escenario, de cara a la gente.


Debajo de una tupida sombra, una familia forma un círculo alrededor de una conservadora, que hace las veces de mesa. Sebastián, el padre, tiene 32 años, y no es la primera vez que lleva a sus hijos a ver La Renga: “fuimos un par de veces a verlo todos juntos, pero es la primera vez que viajamos tan lejos. Nunca habíamos salido de Buenos Aires o Santa Fe”. Lo acompañan Verónica, de 30 años, y sus dos hijos: Bruno, de 7, y Martín, de 4. “De solteros íbamos a todos lados, pero con la llegada de los chicos se complica, por la plata y por las comodidades. Pero hace algunos años los llevamos y les encantó. Además nos vamos tranquilos a la tribuna y lo disfrutamos todos”, explica la madre de los niños, que con remeras XS de La Renga comen un sándwich con muchas ganas.

El parque presenta una fauna variada: familias, algunos personajes (como un imitador de Teté, con barba y pelo largo y un jardinero de jean igual al del bajista), adolescentes y no tanto. Como Rubén, que con 49 años, es uno de los más grandes que puede verse en los alrededores: “Escucho la banda, desde los 90. Siempre me gustó el rock rioplatense, pero desde este lado del charco no es tan fácil ver estas bandas como en Argentina”, cuenta este uruguayo que acompaña a su hijo, aunque este se vaya con los amigos y el se quede solo esperando el ingreso al Velódromo.

El escenario y la multitud en el Velódromo.
Los oportunistas nunca faltan, independientemente del país donde se esté. Remeras, banderas, cd’s y dvd’s piratas, bandanas y todo tipo de merchandising. Pero también choripanes, hamburguesas y bebidas: gaseosa, agua, cerveza, frente, ginebra. Para todos los gustos. La gran mayoría de los vendedores trabajan regularmente de eso y aprovechan la multitud. Pero otros, como Nicolás, sacan réditos por todos lados. “Soy de aca (de Montevideo) y siempre vendo remeras y cosas los días de recital o partido en el Centenario”, relata mientras sigue ofreciendo remeras con el dibujo de Algún rayo a la gente que pasa caminando. “Pero esto me viene bárbaro porque La Renga me gusta mucho, y hacía unos años que no venía para acá. Así que ahora termino de vender, guardo lo que me sobra en el bolso y me mando para adentro. No tengo entrada pero algún conocido vamos a encontrar (risas)”.

Uruguayos, argentinos, y vaya a saber de que otros países habrá gente. Pero en este momento no importan las tonadas, los gentilicios ni las diferencias. Falta una hora para que empiece el show y de a poco el Parque Battle se va desolando. Algunos rezagados quedan reunidos alrededor de una botella o de una guitarra. A lo sumo se perderán un par de temas. Pero la fiesta ya está asegurada, sin importar de qué lado esté el río.


Chateau Carreras, Córdoba - 31/05/2008


El año 2008 estaba diagramado y armado. La gira de Truenotierra seguía en marcha y como en muchas oportunidades, Córdoba era el lugar elegido para iniciar el año. Para evitar las altas temperaturas y los congestionamientos ruteros que coinciden con la temporada alta de verano, La Renga eligió arrancar el año recién en marzo. El día 22 era el anunciado para el estreno 08 en los escenarios, y el lugar elegido era por segunda vez el predio de la Comuna de San Roque, lugar donde se realiza el festival Cosquín Rock, y propiedad de José Palazzo, el productor cordobés encargado de la logística renguera durante las giras.


La entrada al show de La Renga en Córdoba.

Todo marchaba según lo previsto, hasta que días antes del recital, el 10 de marzo, Chizzo Napoli, cantante y guitarrista de la banda, sufrió un accidente a bordo de su motocicleta. Las causas y las consecuencias nunca salieron ala luz más allá del círculo íntimo, y si bien no hubo heridas de gravedad, el frontman renguero se fracturó los huesos de la mano, lo que le impedía tocar la guitarra. Inmediatamente los medios se hicieron eco de la noticia y la banda suspendió el recital y la gira hasta ver la recuperación de Chizzo.

Chizzo y su guitarra.
Por suerte para el líder del trío de Mataderos y todos sus seguidores, no sucedió nada grave y con poco tiempo de reposo y yeso, Chizzo estaba listo para volver a los escenarios. La fecha del esperado recital fue reprogramada par el sábado 31 de mayo, ya  causa de problemas logísticos, se modificó el sitio unos 40 kilómetros más al este, más precisamente al estadio Chateau Carreras, en la capital cordobesa.

Como curiosidad, las entradas que habían sido emitidas para el recital original debieron ser reemplazadas. Pero ante la falta de tiempo, y para no generar un gasto mayor, se les agregó un sticker autoadhesivo a las viejas entradas con la nueva fecha y lugar, el cual contenía como imagen una placa radiográfica de una mano, con una placa y clavos.

Los mismos de siempre coparon el Chateau Carreras.
Poco más de 25 mil personas llegaron a la capital mediterránea para presenciar otra noche mágica del grupo más convocante del país. El invierno empezaba a mostrar sus primeros vientos y el frío se hacía sentir. La tarde arrancó movida con un par de bandas soporte que hicieron las horas más pasables. Con una hora de retraso, La Renga subió al escenario y con Tripa y corazón comenzó el show bien al palo. Siguió con Almohada de piedra, el primero del disco en presentación, para continuar después con Bien alto y Blues de Bolivia, un controversial tema que estuvo mucho tiempo sin sonar por problemas legales.

El show siguió su curso con una potencia increíble, y por momentos, parecía más un espectáculo de grandes éxitos que el recital de una gira en particular. Casi no había lugar para los nuevos temas: El rito de los corazones sangrando, El final es en donde partí, Lo frágil de la locura, y una seguidilla de casi 20 canciones de discos viejos solo se vio interrumpida después de un par de horas por Ruta 40. Cuando parecía que el concierto llegaba a su fin, recién tuvieron lugar algunas canciones de Truenotierra.

Chizzo y Tete, guitarra y bajo en acción.
Un raid de seis temas seguidos del último álbum, que incluyó entre otros Montaña roja, Cualquier historia, y Mujer del caleidoscopio, dieron el lugar de cierre a Oscuro diamante, el corte difusión del disco, y como siempre, Hablando de la libertad, para cerrar un show fantástico, con mucha fuerza y donde tanto los nuevos seguidores como los viejos quedaron contentos, cada uno con su parte de show.

Tachi, un dibujante sin derechos


"Tachi" Schamun.

Hace más de 10 años que se dedica a hacer las telas que acompañan la escenografía de La Renga, además de haber realizado varios dibujos para el arte de tapa e interior de la banda de la que fue primero fan y después colaborador.

Fue un poco de todo: suerte, convicción y algo que siempre ayuda que es estar en el lugar indicado en el momento justo. Maximiliano “Tachi” Schamun era un fanático más de La Renga y tenía ganas de colaborar con la banda dibujando. Era su época adolescente, en la que seguía a sus bandas preferidas. Entre tema y tema se cruzó con Víctor Polero, el chico que protagonizaba los videos de la banda oriunda de Mataderos, y le dejó su teléfono pensando que no lo iban a llamar. “En el momento en que me acerqué la banda se empezaba a consolidar. Ya había hecho su primer Obras, que para una banda es un montón. Para mí era imposible que me dieran bola”, reconoce Tachi. Hoy tiene 28 años y hace más de una década que trabaja con los Detonadores de sueños.

El trabajo de Tachi quedó inmortalizado en la tapa de un CD del 2000, La esquina del infinito. Una tapa oscura con una daga que tiene un león y un fondo de constelaciones. También hizo para ese CD dibujos para canciones como El cielo del desengaño y En el baldío, que muestran un desolador ángel llorando con los brazos y las alas caídas. Toda una imagen para una canción que habla sobre un ángel moribundo y toda la soledad que puede llegar a evocar semejante episodio.

La escenografía de Truenotierra.
Escaleras interminables, mandalas con ojos, una ciudad en ruinas y estrellas son algunos de los elementos que conforman el universo gráfico de La Renga. Una estética en la que predominan la noche y la oscuridad. Es la imagen que fue creando Tachi junto con otros compañeros de trabajo. Él explica que no es un estilo, simplemente hacen lo que les gusta dibujar. La estética se fue encaminando sin querer, es decir, sin una intención marcada, por los gustos personales de los integrantes del grupo. “Es muy difícil que enganches la onda de la banda y sepas lo que ellos quieren si no te gustan. La tapa de un disco te entra por los ojos y si dibujás algo que les juega en contra, los discos no los compra nadie.”

De todos modos también lo llaman de bandas que ni conocía, por ejemplo, Jóvenes Pordioseros. También trabajó con los escenógrafos de Callejeros y de Los Piojos, y actualmente hace las telas de los shows de Gardelitos. Una tela puede medir desde 3 metros por 6, pero hasta llegan a hacer dibujos sobre telas de 22 por 12. Son de 3 a 4 días de trabajo en grupo; se parte de un dibujo pequeño y se traslada a la tela con una cuadrícula.

El escenario del show en el Autódromo, hecho por "Tachi".
“Tachi” tiene el taller en su barrio, Mataderos. Es un viejo club en banca rota y casi abandonado en donde él usa una cancha de paddle para desplegar las telas blancas que terminan siendo la escenografía de recitales multitudinarios. “No laburamos más con pincel, lo dejamos hace años. Usamos compresores, sopletes, aerógrafos”, comenta sobre los materiales.

“A veces voy a la sala y escucho temas, a veces ellos me dicen qué les gustaría que haya. Una banda grande tiene estética que mantener y después de tantos años yo ya sé qué dibujar y qué no. Dentro de cada banda hay un código”. Este trabajo no lo hace millonario pero aún así “Tachi” tiene libertad para trabajar y la aprovecha. Probablemente no sería millonario pero hay un tema que lo perjudica, que es la venta de productos registrados. Sus dibujos están registrados, pero él no cobra nada de la enorme cantidad de remeras y mochilas que se hacen a partir de ellos. “Si se sube un pibe al colectivo y lleva una remera con un dibujo tuyo te pone contento, pero si ves 2 mil pibes con remeras tuyas y no ves un mango, y estás peleando el peso todos los días, decís: ‘Acá alguien se esta llevando plata a costa mía’, y eso te da bronca.


Mientras se discuten los derechos de las bandas sobre sus canciones y la piratería musical gana cada vez más volumen, otras personas vinculadas a la música y a las bandas, no tiene lugar donde ser escuchados ni peleados sus derechos. El ejemplo de “Tachi” uno de los encargados de la escenografía de La Renga, y participe del arte de tapa de sus discos, es solo un ejemplo de mucha gente que rodea la industria del rock nacional y no recibe ningún rédito económico por el uso y abuso de sus trabajos.

Locuras, sin derechos de uso, utiliza imágenes en sus productos.
Desde la posición de esta gente, en particular los dibujantes, hay una diferencia entre los pequeños negocios o el uso particular, y las grandes cadenas. Consultados sobre esta problemática, algunos como “Tachi” aceptan cuando una persona particular copia un dibujo suyo para hacerlo manualmente en una remera o una bandera, y hasta lo toman como un premio, un halago. Y hasta es discutible cuando algún pequeño local de impresiones (remeras, tasas, mates, vasos, etc) utiliza una imagen suya. Pero el verdadero problema, o al menos el primer foco que se debería atacar, es el de las grandes empresas.

Locuras, por ejemplo, cuenta con una red de más de 40 locales en todo el país. Además del negocio de discos y entradas, el gran atractivo es la variada oferta de merchandising de las distintas bandas de rock. Mochilas, remeras, camperas, buzos, gorras, musculosas, y hasta ropa interior con logos y dibujos representativos de las bandas. Dibujos que salen de gente como “Tachi”, y por los cuales la empresa no paga ningún derecho. Si a esto se le suman los stands en recitales y festivales, las sumas de dinero se multiplican, mientras los trabajadores de la industria ven como el fruto de su esfuerzo es aprovechado por otras personas.

Comuna de San Roque - 21/01/2006


Detonador de sueños salió a la calle a fines de 2003 y rápidamente la banda se subió a los escenarios para empezar a mostrar el disco y hacer lo que más les gusta a todos: tocar a unos y disfrutar a otros. La gira tuvo comienzo en Córdoba, un punto central de fácil acceso para toda la gente del país, el 8 de noviembre de ese año. Río Gallegos, Chubut, Buenos Aires, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, Río Negro, La Pampa, Catamarca, Tucumán, Salta, Jujuy, Chaco, Misiones, San Luis y San Juan. La Renga no dejó punto cardinal sin visitar, y hasta varias veces en algunas provincias.


La entrada al show de La Renga en San Roque.

También se fueron al exterior, donde tocaron en Uruguay, Chile e hicieron varias presentaciones en España. Luego de poco más de dos años de gira, llegaba el momento de cierre para volver a dedicarse a un nuevo disco. Las ofertas eran variadas, pero que mejor manera de cerrar el circulo que en el lugar por donde comenzó. Así, la Comuna de San Roque, un pequeño pueblo ubicado a 40 kilómetros de Córdoba y sede del Cosquín Rock, fue el lugar elegido para despedir a Detonador de sueños, el sábado 21 de enero de 2006.

El Chizzo, arrodillado, afinando su guitarra.
Con un formato más parecido a un festival, varias bandas del under tocaron durante la tarde, más la presentación del grupo mexicano El Tri, una banda casi argentina, y de gran amistad con La Renga. El clima estaba a pedir del público: por la tarde, para apaciguar un poco el denso calor de las sierras, el cielo permaneció nublado; y llegada la noche, las nubes se corrieron para mostrar en cielo estrellado ideal para acompañar el show, casi como una extensión de la estenografía. Las montañas, el lago San Roque a metros del predio y el aire puro, daban un marco soñado. Además de que la leve inclinación del predio, brinda una tribuna natural fantástica para apreciar el escenario desde cualquier punto.

A tu lado fue el tema que rompió el hielo (y a más de algún desprevenido) en el inicio del recital. Con una lista de temas variadas, tocaron todo el disco “que se despedía”, más los clásicos de siempre, y algunos no tan comunes (sonó casi todo el disco Despedazado por mil partes) como Cortala y Olvidala y Psicocybe Mexicana, con un pogo increíble. También hubo lugar para el recuerdo, cuando se oyó Vivas Pappo, con la participación de Miyo Miglioranza, de San Tuca, una de las bandas que tocó a la tarde.


Chizzo al frente, Tanque en la batería, y Tete al fondo.


Extrañamente Tete no tocó con su clásico jardinero de jean, pero sí lo hizo con la misma energía y entrega de siempre. “Este es el final –avisó Chizzo-, pero El Final es de donde partí”, dijo el cantante para presentar uno de los temas más icónicos de la banda y encarar el cierre del show, como siempre, con Hablando de la libertad. En una hermosa noche, digna de un espectáculo para el recuerdo, La Renga brindó uno de sus mejores presentaciones y se despidió por un tiempo de los escenarios, para terminar de hacer el duelo con Detonador de sueños y comenzar a pensar en el futuro hijo.

Les dejamos un tema de esa mágica noche, con La nave del olvido...



Locuras Rock: el nuevo dueño del merchandising rock

Locuras se transformó en la tienda de rock por excelencia.
La Renga en particular, y el rock en general, se han transformado en una máquina que crece, se reproduce y se alimenta. Y en ese círculo de vida que se va regenerando con el paso de los años, también genera un movimiento por fuera de ellos. La industria de la música moviliza otros mecanismos por fuera que muchas veces son dejados de lado u olvidados. Con la sola difusión de un disco, gana la banda y todas aquellas personas que se mueven y trabajan tras ellos, como ser técnicos, productores, artistas, colaboradores, y algunas personas más.

Y ni que hablar cuando las bandas comienzan a girar por el país (o por el mundo en otros casos), cuando los beneficiados por esto se multiplican. La masa de seguidores generan movimientos de transporte, hospedaje, gastos de comida y bebida en el lugar donde se lleva a cabo el recital, y muchos detalles que quedan en el aire y que gracias a las bandas más convocantes (ni hablemos de una banda de renombre internacional) pueden generar un negocio.

Remeras, colgantes, buzos: todo tipo de mercadería de rock.
Pero cuando se trata de ganancias, las cosas suelen ser más delicadas, ya que muchos también se aprovechan de estas situaciones y generan algún rédito a costas de otros. Un caso muy particular de esto es la tienda de rock Locuras. Con el paso de los años y con sucursales desperdigadas por todo el país, se ha convertido en la casa de artículos de rock por excelencia. Se venden entradas y discos, y se organizan viajes con combos de tickets, pasajes y hasta asado. Pero también existe otra cara de la misma moneda que es la utilización de imágenes y logos de bandas sin derechos de comercialización. Para saber más sobre esto, BAILANDO EN UNA PATA se acercó a uno de los locales para hablar con sus empleados.

María tiene 25 años, hace un par que trabaja en Locuras, y antes de eso era cajera de un supermercado. Por pedido de ella, no se nombra la sucursal, y el nombre mencionado no es el verdadero.

- ¿Cómo es trabajar en Locuras?
- La verdad que está bueno, por lo menos para mí. Yo hace dos años que trabajo acá y es un laburo tranquilo. Y por lo menos en este local somos todos del palo (del rock) y eso está bueno porque tenemos todos la misma onda. No se como será en otros locales, pero creo que en la mayoría debe ser así: si no te gusta el rock, te debés embolar un poco.



- ¿Estás siempre en el mismo sector o van rotando con la parte de venta de entradas?
- No, estoy siempre en el mostrador y en la venta al público en general. Para las entradas están otras personas que trabajan con otra caja inclusive. Por ahí hay días que estás media cansada, o te toca alguna minita pesada que se prueba diez remeras y no se lleva ninguna, como si esto fuera un Shopping, pero por lo general el ritmo de trabajo es tranquilo.

- ¿Crees que la venta de entradas en el mismo local genera más movimiento en la parte de ustedes?
- Seguro. Porque muchos que se vienen a comprar la entrada para el recital que les gusta se quedan como excitados y se quieren comprar algo. Y por ahí aunque sea una remera, un buzo o algo se llevan.



- ¿Cuál es la banda nacional que más vende?
- Los Redondos y La Renga. Antes también se vendía mucho de Los Piojos, pero ahora no tanto. Después algo de Las Pelotas, Divididos, y alguna bandita más del momento. Pero Los Redondos o el Indio y La Renga son los que más venden lejos.

- Hablando particularmente de La Renga ¿Cambió la venta con este formato de disco y entrada?
- Para nosotros no hubo ningún cambio, porque no somos una casa que venda discos. Tenemos algunos, pero no es nuestro punto más fuerte. Calculo que para los locales como Musimundo o de venta de discos si le haya cambiado en algo, además de que cada vez se venden menos discos. Pero me imagino que al que si le cambió es a la gente, porque así pagan 100 pesos por las dos cosas, y capaz que por separado te sale lo mismo la entrada al recital y encima tenés que comprarte el disco que sale 30 o 40 mangos. Así también la banda se asegura de vender una cantidad importante de discos y no hace que la gente por plata o por fiaca los termine bajando de internet.


Mar del Plata - 16/12/2006


Truenotierra se hizo desear. Después de una larga seguidilla de discos y presentaciones, La Renga paró el motor de la máquina para descansar y pensar en su nuevo disco. Tres años sin novedades era demasiado tiempo para los fanáticos ansiosos de recibir nuevas canciones de su banda, en lo que hasta ese momento era el mayor lapso de tiempo del grupo sin novedades discográficas.

El escenario quedó pelado tras la tormenta.
El 12 de diciembre de 2006, Truenotierra salió a la calle, con un elemento muy particular. Un formato doble que contenía un disco con las nuevas canciones, y otro disco completamente instrumental, una faceta desconocida del trío de Mataderos. Además de la ansiedad por escuchar el nuevo álbum, había otro elemento que apresuraba a los seguidores: cuatro días después, el 16 de diciembre, la banda presentaría su disco en el estadio mundialista de Mar del Plata.

La temporada de verano ya estaba en marcha. Si bien el grueso del turismo aún no había llegado a la ciudad, ya podía verse el movimiento en las playas y en las calles. Las obras de revista ya copaban la parada, como cada verano. Pero ese día, Mar del Plata se llenó de rengos. La postal era llamativa para todos. Para las familias acostumbradas a vacacionar todos los años allí, no era común ver tanta cantidad de gente que llegara de manera repentina por uno o dos días y que coparan todo. Para los seguidores, tampoco era una situación común: es raro encontrar alguna fecha donde La Renga haya tocado en una ciudad turística y en plena temporada.

Ese sábado 16, Mar del Plata amaneció nublada y el pronóstico del tiempo no era muy favorable para la noche. La gente empezó a copar el estadio Minella y las primeras gotas empezaron a caer. Nadie imaginaba algo más que una llovizna, pero horas antes del recital, una fuerte tormenta se desató. Rayos, truenos, viento. La mayor parte de la ciudad se quedó sin luz. Las calles inundadas y los fuertes vientos obligaron a la gente a refugiarse en sus casas. Pero había 40 mil personas que no tenían refugio.

Ansiosos, los fanáticos esperaban dentro del estadio la salida de la banda cuando el diluvio llegó. La lluvia empezó a golpear fuerte y los truenos amenazaban con seguir toda la noche. Los técnicos empezaron a sacar telas del decorado, pantallas y parlantes ante el peligro de una descarga eléctrica. La gente, desesperada, empezó a levantar el paño que cubre el piso de la cancha para usarlo como refugio. El césped se transformó en un lodazal gigante, con miles de personas amuchadas por el frío y el agua.

La noche pintaba mal, pero en un rato la lluvia empezó a mermar, y la gente, empapada y embarrada, empezó a alentar para que La Renga salga a tocar. Con dos horas de atraso por los problemas técnicos, y con un escenario frío y desolado para lo que nos tiene acostumbrado, Chizzo, Teté y Tanque salieron al escenario.

Después de un par de temas de los discos anteriores, Chizzo se paró ante el micrófono y dijo: “¡el único público de rock que se la banca es este!”. Entre gritos y aplausos, comenzó a sonar Cuadrado obviado, último track del disco, y con ello la presentación oficial de Truenotierra. Como un capricho de la naturaleza, que mejor forma de inaugurar el disco que con un espectáculo de truenos y relámpagos sobre el escenario.


Chizzo hablándole a la gente tras la tormenta.

En una noche complicada (durante el show, el campo se transformó literalmente en un chiquero), la banda pudo dar a su público al menos lo que fue a buscar: una buena dosis de rock. Tocaron todas las canciones del disco nuevo, más los clásicos de siempre, para cerrar un recital de dos horas y media al palo. Casi como una paradoja, en la salida podía verse gente tiritando del frío, embarrada hasta las rodillas, toda mojada, y con una sonrisa de oreja a oreja. Esas cosas, solo las puede generar La Renga.


Les dejo el final del recital de Mardel, como siempre, Hablando de la libertad...



Perfil Renguero: Chizzo



Gustavo"Chizzo" Napoli.
Casi sin proponérselo, se convirtió en uno de los mejores guitarristas del país. Con un estilo muy particular y característico, Gustavo “Chizzo” Napoli transformó una banda de garage en el grupo de rock nacional más convocante de los últimos años.

Todo empezó a los 14 años, y solo por curiosidad: “Había unos pibes en el colegio que tocaban y eso me llamó la atención. Un día me compraron una criolla, un compañero me pasó las notas y así empecé”. De ahí en más, la viola pasó a ser una amiga inseparable, testigo de largas tardes y eternas noches. Mientras tanto, la vida política y social de la Argentina sufría grandes cambios. La dictadura militar perdía fuerza y la democracia volvía a gobernar el país. Y la música, uno de los principales focos de censura y extorsión, volvía a cobrar el brillo de la libertad. Volvía a abrirse las fronteras artísticas y las bandas que marcaban el sonido del mundo golpeaban en las cabezas jóvenes como mazazos. Una de esas bandas, Creedence Clearwater Revival, atrapó a un adolescente Chizzo, y sin saberlo, se empezaba a forjar el destino de una gran banda.

Llegaba el año 1988 y el festejo de año nuevo juntaba a unos pibes de Mataderos ansiosos por despuntar el vicio e intentar “armar algo”. A los pocos meses, La Renga estaba formalmente organizada junto a Raúl “Locura” Dilelio en la guitarra, los hermanos Gabriel “Tete” Iglesias en el bajo y Jorge “Tanque” Iglesias en la batería, y Gustavo Napoli en voz y guitarra. Con la ida de “Locura”, el responsable de los solos y los arreglos más complicados, la banda comenzó a buscar un reemplazante. Pero ante la disconformidad de los postulantes, Chizzo tomó la posta y a puro sacrificio se convirtió no solo en el único guitarrista de la banda, sino en uno de los músicos más importantes e influyentes del país, al menos, en la última década.



Los dejamos con unas imágenes de Chizzo y un buen tema de La Renga para disfrutar...




Gustavo "Chizzo" Napoli on PhotoPeach

Cortala y olvidala


Con el paso de los años, la banda ha sufrido algunas modificaciones, aunque no de gran peso. Descontando el cambio de algunos vientos, o de participaciones momentáneas y puntuales, los tres pilares fundamentales han estado a lo largo de toda su historia: Chizzo, Tanque y Teté.

Y también con el paso del tiempo, cada uno de los integrantes ha sabido destacarse por su impronta y un estilo particular. Tanque siempre ha sido el más introvertido, quizás respondiendo a esa “máxima musical” de que el baterista, relegado en su función espacial en el escenario, también se traduce en su personalidad. Teté, por su parte, es todo lo contrario.

Casi como antagonismo de su hermano Jorge, Gabriel se ha destacado por su energía y su desgaste sobre las tablas, algo que no suele ser común para un bajista, generalmente más tranquilos. Su apariencia también se ha convertido en un ícono: su larga barba con trenzas y adornos, y su particular “jardinero” de jean, vestimenta que lo acompaña desde los inicios de la banda.

Chizzo, a diferencia de Teté, no ha adquirido ningún tipo especial de vestimenta o look representativo, sino todo lo contrario. El cantante del trío de Mataderos ha variado sus cortes de pelo a lo largo de su carrera, pasando por tantos estilos como su cabello lo permite. A fines de la década del 80, la banda daba sus primeros pasos, y un joven Gustavo Napoli se mostraba a la moda de la época.


Chizzo a fines de los 80.


Los 90 llegaron y el ascenso de La Renga comenzó. El pelo creció, junto con la barba, y un estilo más grunge se apoderó del frontman renguero. Camisas a cuadros, jeans oscuros y el pelo largo y descuidado.


Los 90 y la llegada de un look más grunge.

Si bien la vestimenta de Chizzo no sufrió muchas más modificaciones, algunos otros elementos aparecieron. Después de dejarse el pelo largo durante muchos años, ya sin barba para las presentaciones, comenzó a usar algunas vinchas y pañuelos en su cabeza.


El pelo bien largo, corte que duró muchos años.


El 30 de noviembre de 2002, La Renga pisó por primera vez el escenario de River Plate. Y como parte de una apuesta, Chizzo fue rapado, en mitad de show, por dos enfermeras muy provocativas que entraron de improvisto.

Las enfermeras hot agarran al Chizzo en River para raparlo.


Luego de varios años de seguir usando el pelo corto, Chizzo volvió a dejar crecer su pelo, que mantuvo durante poco tiempo, incursionando en una época con una especie de mezcla entre pelada y pelo largo en la parte de atrás de la cabeza. En los últimos años, el cantante y guitarrista no ha vuelto a modificar su corte, y en las últimas presentaciones ha mostrado una bandana negra con el logo del reciente disco, Algún Rayo. Pero por las dudas no demos un punto final, y sigamos esperando alguna nueva locura.


En los últimos años, con el pelo corto.

Rosariazo renguero


La ciudad más rockera del país le abrió los brazos a la banda más convocante de la Argentina. Rosario se vistió de fiesta para recibir a La Renga y a las más de 25 mil personas que acompañaron el ritual cada una de las dos noches. La gira de Algún Rayo (2010) daba comienzo y nadie quería perderse la oportunidad de estar presente.

Desde los días previos al recital, la zona sur de la ciudad, en las inmediaciones del predio Camping Municipal Parque Alem, se empezó a poblar de carpas, autos y banderas que colgaban de los árboles con inscripciones de todas partes del país. Pero el sábado mismo del show, el parque apareció colmado, con largas filas de colectivos y transportes que llegaban desde todos lados.



Teté con su bajo, y tras la batería, su hermano Tanque.


Un cielo cubierto de nubes hacían ver una lluvia inminente, pero el calor, la humedad, el humo de los asados y la música renguera  no cesaban. Una suave llovizna comenzó a amenazar cerca del mediodía, y unas horas más tarde se concretó el chaparrón. Cualquier lugar era válido para resguardarse: adentro de los autos y colectivos, debajo de una bandera o solo una capucha y un nylon. Hasta que algún visionario advirtió la cercanía de un centro comercial, y gran parte de la gente que se encontraba por allí empezó a marchar hacia el estacionamiento. Cientos de personas con banderas, bombos y redoblantes coparon el subsuelo del shopping para protegerse del agua y continuar con la ceremonia previa. Cantos, papeles al viento y banderas que colgaban desde los pisos superiores del estacionamiento redecoraron el estilo navideño que tenía el lugar.

La lluvia paró y la hora señalada en la entrada se acercaba, por lo que la gente empezó a desmontar el improvisado campamento renguero para dirigirse nuevamente a las inmediaciones del predio. El agua, el paso de las miles de personas y la tierra habían convertido el acceso al lugar en una pista de barro imposible de transitar sin enterrar los pies unos diez centímetros. Después del complicado y tumultuoso ingreso al camping, el panorama que se presentaba no era muy común para un recital de La Renga: un escenario simple, con telas de fondo y dos pantallas pequeñas a los costados (después se supo que por lo problemas climáticos, se debieron desmontar pantallas y la escenografía de los costados), el río Paraná a un costado, y la fina arena como piso.



Chizzo hace delirar a la muchedumbre en Rosario.



Pero en el momento que Chizzo, Teté y Tanque salieron al escenario, todo volvió a la normalidad. No importaba el clima, la arena o el barro. Las 25 mil personas que ocuparon el predio se encendieron al primer acorde, que respetando el orden del disco a presentar, arrancó con Canibalismo galáctico. Los temas de siempre fueron intercalados por las nuevas canciones de Algún rayo, para un show de poco más de dos horas a todo ritmo y mucho rock and roll.

La salida, igualmente de complicada que la entrada, ya no alteró el humor de la gente extasiada de rock y con la calma de haber visto otra gran noche del trío de Mataderos.



El rayo volvió a vibrar


Después de siete meses, La Renga volvió a los escenarios. Tras el recital de La Plata, donde Miguel Ramírez fue herido por una bengala, y tras su muerte pocos días después, la banda decidió cancelar la gira de Algún Rayo (2010). Tras algunos rumores de separación o de no volver a tocar por un tiempo, el trío de Mataderos volvió a los escenarios para continuar con la gira estipulada.

Más de 20 mil personas inundaron el anfiteatro José Hernández de Jesús María, la localidad cordobesa conocida como la capital nacional del folklore, ubicada a 30 kilómetros al norte de la capital provincial. Exactamente a las 21 horas, la banda salió al ruedo para una nueva presentación de su último disco.

Canibalismo galáctico fue el encargado de abrir el show, seguido por A tu lado, para que luego toma la palabra Chizzo: “Fue un golpe muy duro para nosotros. Este es un espacio que hemos construido juntos durante más de 20 años... Son, cada uno de ustedes, una célula, un engranaje que construye este sitio único, casi imposible de conseguir en estos tiempos sin más sponsor que el corazón y el espíritu... Lo que le ocurrió a Keko fue un lamentable ejemplo que no tiene que ocurrir nunca más. Todos los temas que suenen en este concierto van a estar dedicados a su memoria”. Luego, al cantante y guitarrista de la banda señaló que los amigos y la esposa de Miguel, Fernanda, estaban presentes en el lugar. Tras los aplausos, comenzó a sonar El twist del pibe, mientras las pantallas gigantes mostraban imágenes de Miguel.

El show continuó por más de dos horas y un repertorio que incluyó los temas nuevos y clásicos de la banda, en un total de casi 30 canciones. Después del emotivo recital de Jesús María, la gira de Algún Rayo continuará en Uruguay el 12 de noviembre, el 26 en El Chaco y el 21 de enero de 2012 cruzará la cordillera para presentarse en Santiago de Chile.


El Chizzo en Jesús María. (Edición fotográfica: Matías Tulián)

River Plate – 17/04/2004


Después de la presentación del disco Detonador de sueños en Córdoba, a fines de 2003, la gira “Detonadora” siguió su curso por la Argentina: Santa Cruz, Chubut, Mendoza, San Luis y La Plata, entre algunos otros lugares. Con el éxito que acarreaba el nuevo disco, La Renga encaró un nuevo desafío y con la misma estrategia de los últimos años y solo apoyándose en la divulgación de boca en boca, programó una nueva presentación en el estadio de River Plate para el sábado 17 de abril de 2004.


La entrada del show de La Renga en River.


Con entradas a precios absolutamente accesibles (desde populares a 12 pesos hasta plateas de 25 pesos), era fácil presagiar un lleno total en el Monumental de Nuñéz. Tal como había declarado el Gordo Gaby, manager de la banda, se iba a realizar “un espectáculo con una puesta de escena internacional pero, con entradas y precios locales”.

La expectativa con el nuevo disco y la llegada de la banda de Mataderos por segunda vez al estadio más grande del país, generó que más de 60 mil personas presenciara el show. Con una puesta en escena digna de una gran banda de rock extranjera, con grandes pantallas, una garra de metal repleta de luces que no solo subía y bajaba sino que además se cerraba y se abría sobre las cabezas de los músicos, y grandes bestias inflables que se erigían por encima del amplio escenario (ocupaba casi el total del ancho de la cancha de fútbol).

La lista de temas no dejó lugar para reclamos. Más de tres horas intensas a puro rock donde hubo lugar para presentar todas las canciones del nuevo álbum, los clásicos de siempre, y hasta un popurrí nostálgicos con los temas más viejos de la banda y poco tocados en los últimos años. “Algunos temas para los que nos siguen desde hace tiempo”, fue la presentación del Chizzo antes del bloque de canciones más bluseras y rocanroleras del trío.
Después de ese gran show, que contó con la invitación de Alejandro "el Bocha" Sokol (cantante de Las Pelotas) para interpretar "El final es de donde partí", La Renga cruzó el charco un nueva vez, para participar del Festival Viña Rock en Albacete, España, el 1 de mayo. Pero eso es otra historia…


Les dejamos la grabación de La Renga con "el Bocha", con imágenes del recital...