Con color y calor celeste

El Velódromo Municipal de Montevideo.
Después de cuatro años, La Renga volvió a cruzar el charco para tocar en Uruguay. El Velódromo Municipal de Montevideo fue el lugar elegido para que el pasado 12 de noviembre, la banda argentina se presentara en el país vecino tras una larga ausencia.

El recital se hizo desear. Confirmada la salida del disco Algún rayo a fines de 2010, se fijó como fecha de visita el 12 de mayo de 2011. Pero 15 días antes, durante el recital de La Plata, tuvo lugar el incidente de la bengala que impactó en el cuello de Miguel Ramírez, quien perdió la vida unos días después. Esto provocó la suspensión de la gira de presentación por tiempo indefinido, y la emoción de los fanáticos que ya tenían su entrada para el recital de Uruguay, debió esperar hasta nuevo aviso.

Con la vuelta a los escenarios después de cuatro meses, la fecha pautada para Montevideo quedó fijada para el 12 de noviembre. La expectativa en el país charrúa podía verse desde varias semanas antes a través de páginas y foros de internet, esperando ansiosos por la vuelta de Chizzo, Teté y Tanque.

A eso se sumaban los miles de seguidores que cruzarían en Río Uruguay desde los distintos puntos del país. O los que por barco, desde Buenos Aires saltarían, se tirarían al agua para cruzar el Río de la Plata. Desde la noche del viernes, camino al cruce de Gualeguaychú hacia Fray Bentos podían verse autos, combis y colectivos rengueros. Remeras gastadas de tanto recital, banderas embarradas y deshilachadas y gente reunida alrededor de una jarra se veían en cada parador o estación de servicio rutera.

Al llegar a Montevideo, la zona del Parque Batlle parecía un guetto rockero. El terreno donde está situado el Velódromo Municipal está ubicado en el centro de la ciudad, compartiendo espacio con el famoso Estadio Centenario, donde la selección de fútbol uruguaya juega de local. Gente ocupando cada rincón del predio, tirado bajo el sol, o buscando algún árbol que de sombra. Esperando, ansiosa, el paso del tiempo, caprichoso parámetro para medir la alegría de ver a La Renga.


Teté sentado en el escenario, de cara a la gente.


Debajo de una tupida sombra, una familia forma un círculo alrededor de una conservadora, que hace las veces de mesa. Sebastián, el padre, tiene 32 años, y no es la primera vez que lleva a sus hijos a ver La Renga: “fuimos un par de veces a verlo todos juntos, pero es la primera vez que viajamos tan lejos. Nunca habíamos salido de Buenos Aires o Santa Fe”. Lo acompañan Verónica, de 30 años, y sus dos hijos: Bruno, de 7, y Martín, de 4. “De solteros íbamos a todos lados, pero con la llegada de los chicos se complica, por la plata y por las comodidades. Pero hace algunos años los llevamos y les encantó. Además nos vamos tranquilos a la tribuna y lo disfrutamos todos”, explica la madre de los niños, que con remeras XS de La Renga comen un sándwich con muchas ganas.

El parque presenta una fauna variada: familias, algunos personajes (como un imitador de Teté, con barba y pelo largo y un jardinero de jean igual al del bajista), adolescentes y no tanto. Como Rubén, que con 49 años, es uno de los más grandes que puede verse en los alrededores: “Escucho la banda, desde los 90. Siempre me gustó el rock rioplatense, pero desde este lado del charco no es tan fácil ver estas bandas como en Argentina”, cuenta este uruguayo que acompaña a su hijo, aunque este se vaya con los amigos y el se quede solo esperando el ingreso al Velódromo.

El escenario y la multitud en el Velódromo.
Los oportunistas nunca faltan, independientemente del país donde se esté. Remeras, banderas, cd’s y dvd’s piratas, bandanas y todo tipo de merchandising. Pero también choripanes, hamburguesas y bebidas: gaseosa, agua, cerveza, frente, ginebra. Para todos los gustos. La gran mayoría de los vendedores trabajan regularmente de eso y aprovechan la multitud. Pero otros, como Nicolás, sacan réditos por todos lados. “Soy de aca (de Montevideo) y siempre vendo remeras y cosas los días de recital o partido en el Centenario”, relata mientras sigue ofreciendo remeras con el dibujo de Algún rayo a la gente que pasa caminando. “Pero esto me viene bárbaro porque La Renga me gusta mucho, y hacía unos años que no venía para acá. Así que ahora termino de vender, guardo lo que me sobra en el bolso y me mando para adentro. No tengo entrada pero algún conocido vamos a encontrar (risas)”.

Uruguayos, argentinos, y vaya a saber de que otros países habrá gente. Pero en este momento no importan las tonadas, los gentilicios ni las diferencias. Falta una hora para que empiece el show y de a poco el Parque Battle se va desolando. Algunos rezagados quedan reunidos alrededor de una botella o de una guitarra. A lo sumo se perderán un par de temas. Pero la fiesta ya está asegurada, sin importar de qué lado esté el río.


1 comentario:

  1. Correcciones:
    Bien por la sección.
    Buen desarrollo.
    Releer siempre, para evitar errores.

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