El Velódromo Municipal de Montevideo. |
Con la vuelta a los escenarios
después de cuatro meses, la fecha pautada para Montevideo quedó fijada para el
12 de noviembre. La expectativa en el país charrúa podía verse desde varias
semanas antes a través de páginas y foros de internet, esperando ansiosos por
la vuelta de Chizzo, Teté y Tanque.
A eso se sumaban los miles de
seguidores que cruzarían en Río Uruguay desde los distintos puntos del país. O
los que por barco, desde Buenos Aires saltarían, se tirarían al agua para
cruzar el Río de la Plata. Desde la noche del viernes, camino al cruce de Gualeguaychú
hacia Fray Bentos podían verse autos, combis y colectivos rengueros. Remeras
gastadas de tanto recital, banderas embarradas y deshilachadas y gente reunida
alrededor de una jarra se veían en cada parador o estación de servicio rutera.
Al llegar a Montevideo, la zona
del Parque Batlle parecía un guetto rockero. El terreno donde está situado el
Velódromo Municipal está ubicado en el centro de la ciudad, compartiendo
espacio con el famoso Estadio Centenario, donde la selección de fútbol uruguaya
juega de local. Gente ocupando cada rincón del predio, tirado bajo el sol, o
buscando algún árbol que de sombra. Esperando, ansiosa, el paso del tiempo, caprichoso
parámetro para medir la alegría de ver a La Renga.
Teté sentado en el escenario, de cara a la gente. |
Debajo de una tupida sombra, una
familia forma un círculo alrededor de una conservadora, que hace las veces de
mesa. Sebastián, el padre, tiene 32 años, y no es la primera vez que lleva a
sus hijos a ver La Renga: “fuimos un par de veces a verlo todos juntos, pero es
la primera vez que viajamos tan lejos. Nunca habíamos salido de Buenos Aires o
Santa Fe”. Lo acompañan Verónica, de 30 años, y sus dos hijos: Bruno, de 7, y Martín,
de 4. “De solteros íbamos a todos lados, pero con la llegada de los chicos se
complica, por la plata y por las comodidades. Pero hace algunos años los
llevamos y les encantó. Además nos vamos tranquilos a la tribuna y lo
disfrutamos todos”, explica la madre de los niños, que con remeras XS de La
Renga comen un sándwich con muchas ganas.
El parque presenta una fauna
variada: familias, algunos personajes (como un imitador de Teté, con barba y
pelo largo y un jardinero de jean igual al del bajista), adolescentes y no
tanto. Como Rubén, que con 49 años, es uno de los más grandes que puede verse
en los alrededores: “Escucho la banda, desde los 90. Siempre me gustó el rock
rioplatense, pero desde este lado del charco no es tan fácil ver estas bandas
como en Argentina”, cuenta este uruguayo que acompaña a su hijo, aunque este se
vaya con los amigos y el se quede solo esperando el ingreso al Velódromo.
El escenario y la multitud en el Velódromo. |
Uruguayos, argentinos, y vaya a
saber de que otros países habrá gente. Pero en este momento no importan las
tonadas, los gentilicios ni las diferencias. Falta una hora para que empiece el
show y de a poco el Parque Battle se va desolando. Algunos rezagados quedan
reunidos alrededor de una botella o de una guitarra. A lo sumo se perderán un
par de temas. Pero la fiesta ya está asegurada, sin importar de qué lado esté
el río.
Correcciones:
ResponderEliminarBien por la sección.
Buen desarrollo.
Releer siempre, para evitar errores.